las sombras de ojos
¿Quién no lució alguna vez unos smokey eyes? Las sombras son claves a la hora de maquillarnos porque nos ayudan a marcar un estilo, o simplemente acompañar una boca protagonista. Nunca faltan en el estuche de cosméticos de cualquier mujer. Entérate de su historia completa y las distintas texturas en las que puedes encontrarlas.
Aunque hoy las usemos para vernos más bellas, las primeras sombras surgieron como protección. En el 5000 a.C., durante la época del Antiguo Egipto, ya los hombres y mujeres colocaban polvos en sus ojos, hechos con carbón, para cuidarse de los rayos de sol, por un lado, y de las infecciones oculares de la época, por otro.
Estas primeras sombras se aplicaban con un cepillo a lo largo del ojo, cubriendo todo el párpado móvil. Otros colores se formaban con lapislázuli o la malaquita. Esta forma de usarla se mantuvo durante el Imperio griego también.
Con la llegada de los romanos, en el siglo III, se agregó el aceite de oliva. Los maquillajes para ojos, entonces, tomaron una textura más líquida, lo que facilitaba su aplicación y hacía que duraran más tiempo.
Durante todo el período de la Edad Media, se exportaron a Europa distintos maquillajes que ya se venían usando en Medio Oriente hacía un tiempo: polvos para el rostro, rubor, pastas para los labios y los ojos. Sin embargo, era muy poco el producto que se aplicaba porque, en este período, el rostro debía lucirse lo más pálido posible.
Recién en 1900, con el auge de las industrias cosméticas, comenzaron a volverse más populares las sombras para ojos. En ese momento, solo las usaban las mujeres de las clases altas y los artistas, como la mayoría de los maquillajes de la época. Ya para 1930, todas tenían acceso a los productos de belleza, y con esta democratización surgió una amplia paleta de colores para los párpados, incluidos los dorados y plateados.
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